Fue el psicólogo y sexólogo británico Henry Havelock Ellis (1859-1939) quien recibió esta «obra maestra del erotismo» (Edmund Wilson), escrita en francés en 1912, y, debido a su interés testimonial, la incluyó en el sexto tomo de la edición francesa de sus Estudios de psicología sexual en 1926. Gracias a ello sabemos hoy que su autor anónimo procedía efectivamente de Ucrania, pero había emigrado a Italia para estudiar ingeniería y más tarde había fijado allí su residencia.
Así empieza el manuscrito dirigido a Ellis : «Al saber, por sus obras, que usted cree de provecho para la ciencia el conocimiento de ciertos rasgos biográficos referentes al desarrollo del instinto en algunos individuos, normales o anormales, se me ocurrió hacerle llegar el relato de mi propia vida sexual. Mi relato tal vez no sea muy interesante desde el punto de vista científico, pero sí tiene el mérito de ser de una exactitud y una veracidad absolutas ; es además muy completo».
Y, en efecto, el anónimo ucraniano visiblemente se deleita en rebuscar en su memoria «los más ínfimos recuerdos» y, si con el tiempo estas confesiones siguen despertando gran interés, es, entre otras razones, por una parte, porque resulta apasionante seguir, gracias al relato insólitamente minucioso, veraz y lúcido que hace este hombre de su tendencia voyeurista y de sus aventuras sexuales con jovencitas, el lento desarrollo de esta invencible atracción peculiar ; y, por otra, porque nos descubren a una insospechada Rusia de principios de siglo, en la que reina la más absoluta libertad de costumbres sexuales, una tolerancia incomparablemente más espontánea y extendida que el resto de Europa.