Ahora bien, resulta difícil delimitar quién es el sujeto de estas estructuras. Unos dicen que las estructuras sociales no son personas, y que por lo tanto no pecan; otros mantienen que las estructuras están conformadas por personas, y que estas personas son las que pecan. Estas discusiones fueron llevadas al sínodo Reconciliación y penitencia, donde se acordó que las estructuras inhumanas pertenecen a la dimensión analógica del pecado, lo cual era algo nuevo en la historia de la Iglesia.
Este libro analiza el uso de la analogía en el concepto de pecado; argumenta que existe efectivamente un pecado estructural, cuyo sujeto está constituido por la comunidad presente en aquella institución social que atenta abiertamente contra la vida humana; y analiza también los efectos en los que se reconoce la existencia de un pecado estructural en un sistema social dado.