Charles Dickens (1812-1870) fue sin lugar a dudas el novelista británico más destacado de la era victoriana. Su Canción de Navidad, el gran éxito con el que daría definitivamente el salto a la fama, se ha convertido en uno de los mayores clásicos de la literatura universal y en una crítica imperecedera sobre las desigualdades sociales y los estragos que la avaricia ?estandarte de la sociedad contemporánea? puede causar en el ser humano.
«Aquel empedernido pecador era un avaro que sabía agarrar con fuerza, arrancar, retorcer, apretar, raspar y, sobre todo, duro y cortante como esos pedernales que no despiden vivíficas chispas si no al contacto del eslabón. Vivía ensimismado en sus pensamientos, sin comunicarlos, y solitario como un hongo. La frialdad interior que había en él le helaba la aviejada fisonomía, le coloreaba la puntiaguda nariz, le arrugaba las mejillas, le enrojecía los párpados, le envaraba las piernas, le azuleaba los delgados labios y le enronquecía la voz. Su cabeza, sus cejas y su barba fina y nerviosa parecían como recubiertas de escarcha».