Pero, Bajo los árboles azules, en el encuentro definitivo con la muerte, se disipa la niebla con que nos envuelven los afanes de la vida, y aparece, cruda, la memoria. En esta novela, el autor desaparece en las voces, plurales, íntimas o anónimas de sus personajes, principales o secundarios, de carne y hueso, que se salen de las páginas del libro con inusitada fuerza. En esta historia, en la que recorremos un aparente laberinto narrativo, todos los caminos nos conducen, con la precisión de un sextante, al lugar de destino, al lugar en que podemos contemplarnos a nosotros mismos.