La joven Flora vive atrapada por una serie de hechos a los que inicialmente es ajena, pero que acaban por atar su vida a dos personas, su padre y su esposo, con quienes mantiene una relación de renuncia y sometimiento. Su padre había sido un famoso financiero que había visto cómo su posición y su fortuna se desmoronaban a causa de sus delirantes inversiones. Ahora, su hija era ya su única posesión. La ilimitada generosidad de alma de su marido asfixia a Flora, partida entre las exigencias de su padre y las renuncias debidas a su esposo.
A pesar de este angustiado planteamiento, Azar es una novela con final más o menos feliz. Quizá es la única novela de Conrad de la que pueda señalarse eso. Y, como no podía ser menos en una obra del gran escritor polaco, está el mar. Un mar que es escape y refugio, un lugar en el que los seres humanos pueden hallar cobijo y esconder su pasado. Aunque, como Conrad se encarga de demostrar, nadie puede escapar de sí mismo. Ni siquiera en alta mar.