La apasionate vida de Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya, es una mezcla perfecta entre carácter y destino, según se desprende de su propio relato, una vida homérica. Tras una infancia que parecía indefectiblemente abocada a realizar grandes hallazgos de tesoros ocultos, todo pareció borrarse en su azarosa vida de juventud, llena de vaivenes, desgracias (incluido un naufragio en las costas de Holanda ) que sólo podían hacer adivinar un futuro de mediocridad.
De ese periodo salva el propio Schliemann su afición y método tenaces para ir adquiriendo idiomas, de los que llegó a dominar quince y fueron la base de su facilidad para los negocios internacionales con los que amasaría su fortuna. Sólo su pertinaz empeño, ya en la madurez y como millonario hombre de negocios, le permitió virar el rumbo de su vida para realizar aquellos hallazgos soñados a la búsqueda de los lugares homéricos: los restos de Troya , el tesoro de Priamo, la máscara de Agamenón ...La historia de sus excavaciones, de sus publicaciones y sus resultados tampoco está exenta de incidencias con las autoridades turcas o la comunidad académico-científica, en definitiva, con esa pátina entre azar y decisión que marcó su propia vida y el realto que hizo de ella.