Pero, sorprendentemente, uno de los miembros más ilustres de su club, Antonio Ortiz de Zárate, marqués de Senillosa, muere envenenado delante de todos los socios.
A la clásica pregunta: «¿Quién es el asesino?» se apunta, inmediatamente, Meluca. Pretende resolver el caso basándose en la cercanía y el conocimiento que tiene de todos los miembros del club, con la ayuda de su inteligente sobrina Beba, para salir de la mediocridad y monotonía, recuperar la moral y volver a brillar otra vez en su selecto círculo de amistades. No sabe que va a entrar en un mundo muy peligroso donde la cadena de asesinatos no ha hecho más que empezar, y en el que hasta su propia vida se verá amenazada.
Por la novela van desfilando personajes pintorescos que provocarán nuestra sonrisa y, a la vez, nos harán reflexionar sobre una manera de pensar y de vivir que va desapareciendo. Muchos de nosotros, aunque nos cueste reconocerlo, llevamos una Meluca dentro que puede aparecer en cualquier momento. A la protagonista, convertida en detective amateur y representante fidedigna de un perfil de mujer aparentemente previsible, la redimen de su clásica y cómoda vida su interés en descubrir cosas nuevas y su firme instinto de supervivencia: su máxima vital es no renunciar al placer de vivir.