En efecto, el título escogido es altamente significativo y condensa, a mi entender, la meta principal que se propone el autor. Un lector crítico (o que intente serlo) podría preguntarse ¿hubiese sido lo mismo titularlo, por el contrario, Manual del buen historiador?. Sin ninguna duda hubiera cambiado radicalmente el sentido, ya que su clave reside en la negatividad que encierra el mismo, en su desafiante fuerza antitética que todo lo coloca al revés, en la esfera de lo no verdadero.