Al hilo de los ásperos debates que ensombrecieron la tramitación parlamentaria de la ley, antígona y el duelo explora lo que el autor califica de «memoria usurera», incapaz de reconocer el dolor de los otros. Asimismo, denuncia el miedo o la incapacidad de la clase política y de algunos medios de comunicación para conseguir que todas las memorias de los daños sufridos, todos los relatos y recuerdos de la guerra civil, todas las experiencias traumáticas de aquella contienda convivan en un espacio simbólico de duelo, una «moralidad desolada» y una memoria compartida, compasiva y piadosa, como la que ejemplifica la trágica figura de Antígona. Tras el debate político y jurídico, antígona y el duelo aporta la reflexión moral en torno a la memoria histórica.