De la mano de Blunt, recorremos los fascinantes ambientes de una infancia privilegiada y una educación en un lugar irrepetible, el Cambridge de los años veinte y treinta, donde la rebeldía personal, a veces en forma de homosexualidad, iba de la mano de la ideológica: la afiliación comunista, reforzada por el auge de los fascismos y el impacto de la guerra de España. La segunda guerra mundial arrastró a estos jóvenes miembros de la elite intelectual británica a los servicios de inteligencia, donde su doble lealtad sembraría la tragedia que, tras una brillante carrera académica y una notable presencia en el mundo cultural inglés, acabaría haciendo de un historiador del arte jubilado el paradigma del traidor.