Si comparamos los pintores metidos a cineastas y el grupo que aglutina a los cineastas-pintores, podemos decir que los primeros son bastante más numerosos que los segundos. La evolución del arte en las primeras décadas del siglo XX estuvo marcada por la constante aparición de movimientos de vanguardia en los que se potenciaron un sin fin de experiencias nuevas. Fruto de ese marco histórico, nos encontramos con pintores como: Arnaldo Ginna, Bruno Corra, Leopold Survage, Serge Charchoune, Viking Eggeling, Hans Richter o Walter Ruttman que, con ayuda del nuevo medio, intentaron hacer pintura animada 1 . Algunos de ellos como Walter Ruttman (Frankfurt, 1887-Berlín, 1941) llegaron a sustituir la pura abstracción como vía de trabajo por la incorporación de elementos iconográficos reconocibles asociados al ritmo musical. Dentro de este marco, W. Rottman colaboró con la industria cinematográfica en la secuencia onírica de Los Nibelungos (Fritz Lang,1924). Con un sistema propio de ritmo y montaje realizó en 1927 su film más conocido, Berlín, sinfonía de una gran ciudad , basada en conceptos musicales que permiten una visión particular del vertiginoso ritmo de la metrópolis.