Antes del asteroide nos poníamos etiquetas: «el deportista», «el marginado», «el vago», «la empollona»... Y entonces miramos al cielo y todo cambió. Dijeron que llegaría en dos meses. Eso nos dio tiempo para dejar las etiquetas atrás. Dos meses para convertirnos en algo más grande de lo que éramos. Algo que duraría incluso después del fin. Dos meses para vivir de verdad.