Entretanto, la escritora Juanita Mae Jenkins se hace millonaria con una novelita (inspirada por los dos días que pasó con unos familiares pobres) tan realista como el estereotipo de la miseria y la negritud del que Monk huye con horror, pero que, tras recibir diecisiete cartas rechazando su último manuscrito, acaba satirizando. Claro que la buena (mala) conciencia de la industria editorial a veces no entiende de ironías. No hablemos ya de los lectores, la televisión o la academia, porque en esta (anti)novela, que llamamos así por la dificultad de recrear la incertidumbre y el asombro, no queda títere con cabeza.
Cambie de país, sustituya a los negros por el colectivo de turno y verá que América no queda tan lejos. Sin embargo, las comparaciones son sobre todo inútiles, y X no trata de la raza, el género, la construcción de la identidad y la familia, a la que a veces uno no conoce hasta que la pierde, sino que da cuenta, convertida en su propia metáfora, de lo que un artista puede conseguir a pesar de la cultura en la que se inscribe. Contra ella.