Oscar, vive en la confortable finca que, con gran esfuerzo, sus padres han levantado a lo largo de los años. Disfruta de una vida plena, salvo por la falta de otros chicos con los que recrearse en juegos y peripecias. Tan sólo tiene a su hermano pequeño, cuyo único interés se centra en acosar y maltratar a uno de sus perros. Ajeno a todo lo que se encuentra al otro lado del bosque, espléndido y frondoso que circunscribe las tierras que poseen sus progenitores, pasa sus días ideando mundos divertidos donde poder compartir todas sus inquietudes con otros muchachos. Pronto, Oscar dará un paso determinante que cambiará el rumbo de todo lo que ansiaba en su vida. Todo lo que sus padres no le contaron, con la sana intención de protegerlo, se reveló contra la familia en un desliz. A partir de aquel trágico momento, el joven, tuvo que luchar por mucho más que por la supervivencia. Luchó hasta por respirar y por poder pensar con libertad. Muchos esfuerzos resultaron inútiles y vanos, pero hubo uno que, siempre, le mereció la pena, hasta el final: Aprender.