Hannah Alarcón tiene veinte años de edad y acaba de publicar su primer libro, una novela que se ha convertido en superventas y que ahora está promocionando. La muerte de su perro inspiró la historia y la llevó a escribirla; a él se la dedica. Pero la de su fiel compañero, al que recogió de la calle tras ser abandonado, no ha sido la única pérdida que ha sufrido en estos años. La de su madre la marcó de por vida. En la actualidad vive con su padre, a quien cree conocer, y su madrastra, una conocida chef. A su lado también cuenta con un buen amigo de la infancia, que, en el fondo, siempre la ha mirado con ojos algo más que amistosos. Pero, más allá de la amistad, ella aún no conoce lo que es la auténtica atracción, y, sin saber muy bien por qué, pese a tener quienes la rodean, se siente incomprendida. Aun así, su día a día no deja de transcurrir en aparente armonía. Hasta que una noche, de vuelta a casa, alguien la secuestra. Desesperado tras saberla desaparecida, su padre, el señor Alarcón, contrata los servicios de una detective privada para que encuentre a su hija sana y salva antes de que sea tarde. Mientras la Policía encargada del caso investiga por otro derrotero que conduce a un hombre en busca y captura, la detective Sarah Hernáiz descubre detalles que harán que su investigación se centre en un único sospechoso: el chico de la cruz, un joven con sed de venganza.