Humedades
que nadie detecta
corroen
como una lepra soberana
mis sótanos más profundos,
riegan insensibles la grieta
que presagia el derrumbe
de esta fachada contenida y decorosa
que enjalbego cada día
de puertas afuera, mientras devora
mis cimientos
el delgado parásito de la rabia
y el deseo.