El Señor de la Guerra escupió sobre una piedra con odio perdido incluso por lo inerte...
Él, el poderoso creador de la muerte, cuya espada considera débil y ocioso, dejar vivir a su enemigo.. Se hace Noble llamar... ¡Cómo si hubiese nobleza en el infierno! Donde Su Propio Odio le consume el pecho como un fuego que ciega, turba y confunde su ofuscado cerebro, y por su destreza con arco y sable se cree poderoso, él que no es dueño de encausar su propia vida en la prudencia. Él, que no sabría calmar el llanto, ni curar una herida a quien, predilecto suyo, la padece.