"Como bien dice Román Piña, no tiene ningún mérito irse al Himalaya o a Afganistán y salir con un libro palpitante entre las manos. Lo que sí tiene mérito es irse a la Stiria austriaca con la mujer y los niños, y volver con este libro a cuestas. Aunque conozco bien a Román, todavía no alcanzo a comprender cómo ha podido escribir algo tan divertido con un viaje tan elemental y una localización cultural y geográfica tan chocolatera. No me negarán que tiene mérito incluir a Moby Dick en un libro de viajes sobre Austria, un país que no tiene fronteras al mar y cuyo icono cinematográfico es la insoportable Sonrisas y lágrimas (donde, por cierto y para colmo, Christopher Plummer era capitán de la marina austriaca). Es como intentar ahogarse en un vaso de agua. Pero Román ha conseguido llenar de vida inteligente un paisaje de tarjeta postal y de música de cámara una pradera cuajada de florecillas horteras.
En este libro, la risa y el escalofrío provocan la carcajada y también la catarsis. Empieza con un hombre muerto con un rayo y termina con un sorbete de melón. A Román le pasan cosas tan raras que lo más probable es que, aunque casi todos los viajeros exageren o mientan descaradamente, todo lo que ocurre en estas páginas sea rigurosamente cierto incluso el subir una montaña con su hijo de tres años a cuestas. De hecho, es un libro tan raro que hasta termina dos veces. Igual que una rama.
(...) En cuanto a Román Piña, no es montañero ni transportista de niños, ni viajero profesional ni aficionado, ni coleccionista de ciudades. Ni siquiera recolector de anécdotas improbables o de personajes extravagantes. Entonces, ¿qué es Román? Un escritor, sencillamente. Un escritor como la copa de un pino al que le gusta perderse por las ramas de la divagación, la erudición y el humor."
(Fragmentos del prólogo de David Torres)