En un proceso paralelo al de la obra de su querido y admirado amigo Paul Celan, con quien mantuvo una imprescindible correspondencia, Nelly Sachs entrega en sus poemas una lengua nueva que, como la palabra sagrada y como toda poesía verdadera, no se impone sino que se expone a los sentidos, a la inteligencia y la emoción, a nuestra dicción y a nuestro silencio, como un permanente desafío. Hans Magnus Enzensberger escribió sobre su poesía:
«Sus poemas son duros, pero cristalinos. No se disuelven en las lavazas de las interpretaciones. No son para leer de manera fácil y de inmediato. Aquí tenemos delante enigmas, que no se agotan en su desciframiento, sino que conservan un resto y ese resto es lo que importa».