Allam denuncia abiertamente tanto a los integristas que lo han condenado como «enemigo del islam», como a sus cómplices occidentales que alimentan un escenario de odio y enfrentamiento. Es un testimonio fuerte, doliente, extremo. Una clamorosa acusación contra los extremistas que buscan el control de las mezquitas, los periodistas que simpatizan con los terroristas, la izquierda que instrumentaliza la «guerra injusta» para su provecho electoral, la clase política que paga millones de euros para la liberación de los rehenes occidentales, sin preocuparse del hecho de que ese dinero provocará nuevas matanzas entre los iraquíes. Una vibrante denuncia, a pesar de la cual Allam está convencido de que al final prevalecerá un islam moderado, respetuoso del valor sagrado de la vida. Porque dentro del mundo islámico está en marcha una recuperación civil y ética y un renacimiento liberal que tiene como protagonista a hombres y mujeres que se rebelan cada vez más contra el terrorismo. Venciendo el miedo.