Esta valoración se hace aún más necesaria en el caso de los niños y de los recién nacidos, que reciben vacunas, una y otra vez, siguiendo un calendario sistemático que se extiende hasta los doce o catorce años. Se tiene la certeza de que los efectos iatrogénicos de las vacunas abarcarán a muchas generaciones, pero ahora tenemos métodos alternativos e inocuos.