«El lenguaje en quien habla el origen es esencialmente profético. Eso no significa que dicte los acontecimientos futuros, eso quiere decir que no toma apoyo en algo que ya exista, ni sobre una verdad vigente, ni sobre el mero lenguaje ya dicho o verificado. Anuncia, por el hecho de que comienza. Indica el porvenir, por el hecho de que él, lenguaje del futuro, no habla todavía, por ser él mismo como un lenguaje futuro, que siempre se adelanta, sólo teniendo su sentido y su legitimidad delante de sí, es decir, estando fundamentalmente injustificado. Y tal es la sabiduría falta de razón de la Sibila, la cual se hace escuchar durante mil años, porque nunca es escuchada ahora; y este lenguaje que abre la duración, que desgarra y que principia, carece de sonrisa, de adorno y de fingimiento, desnudez del habla primera.»
«No una mera falla o fisura, sino una sucesión indefinida de grietas, algo que se abre y no se abre, siempre ya vuelto a cerrar, y no el boquete del abismo donde no quedaría sino resbalar a lo inmenso, insondable vacío, sino más bien esas hendiduras o fisuras cuya íntima obligación, lo angosto del desfallecimiento, nos atrapa, mediante un hundimiento imposible, sin permitirnos caer según el movimiento de una caída libre, aunque fuere eterna: ahí está el morir quizá.»