Dice de él César Vidal en el prólogo de este libro: «Alcaraz no es un político como Rajoy o ZP; no es un periodista bragado y valiente como Federico Jiménez Losantos; no es ni siquiera un escritor de éxito que deba pagar el tributo que en España se rinde obligadamente a la envidia de los mediocres. Tampoco entró en la problemática de la oposición al terrorismo por pasión o vocación. Lo entraron, si se me permite maltratar el verbo, de una de las maneras más terribles en que podía haber sucedido todo: cuando ETA, de manera cobarde, vil y miserable (.) causó la muerte de varios familiares suyos, incluidas dos niñas que, seguramente, debían de ser peligrosas opresoras del pueblo vasco».
Una rebelión cívica es, además de las memorias de un ciudadano de a pie que hoy representa a millones de españoles, un relato de los pasos seguidos por el Gobierno en su negociación con ETA, los secretos de la tregua-trampa y su posterior ruptura, así como el final del Pacto Antiterrorista. Y es también un testimonio directo del fracasado diálogo entre la voz de las víctimas y Rodríguez Zapatero.