No es que los acontecimientos de su vida fueran material de novela: es que ella supo narrarlos de modo que lo parecieran. La vida de la autora fue intensa y peculiar, pues estuvo presente en los conflictos más importantes de su época como la Guerra Civil Española, la resistencia anti-Nazi en Austria y Alemania, la oficialidad soviética o la persecución de los cineastas de izquierdas por el senador McCarthy, pero lo fundamental fue su capacidad de seleccionar los mejores momentos de cada experiencia y relatarlos en un cuadro perfecto que nos absorbe y nos coloca a su lado en plena acción.
Quizá lo menos relevante de cuanto Hellman nos cuenta en estas páginas sea su carrera, las once películas y doce obras de teatro de éxito que escribió, y lo crucial sean en cambio las relaciones humanas de cuantos intervinieron en ellas, empezando por su larga y particular historia con el novelista Dashiell Hammett, un vínculo que alternó lo amoroso con la amistad y que estuvo marcado, como casi todo en su vida, por reglas propias.
Ni romántica ni sentimental, fue una mujer peculiar: le gustaba cazar, pescar, y desde luego beber y fumar con su amiga Dorothy Parker, pero más que nada le gustaba narrar. Estas memorias, que quieren recordarla a los treinta años de su muerte, son un homenaje a una gran mujer y una gran escritora, que pisó fuerte y siguió andando hasta el final de sus días.