Y la luz que ilumina el mundo, ¿cómo podría no ser luz para sí misma del mismo modo que lo es para nosotros? Y nosotros, cuando logramos abrazar el ciclo entero de la luz, es decir, cuando nos iluminamos, somos el lugar en el que la luz regresa a sí misma y sabe que regresa a sí misma. Observando como iluminados el pan que comemos, reconocemos en él el sol que lo ha extraído de la semilla, y si somos lo que comemos, somos luz que quiere regresar, por su parte, a sí misma.