Si en el título anterior Corredor-Matheos reconocía estar «en un momento poético en el que para escribir deseo olvidar todo lo que sé, vaciarme y olvidarme de todo», en este nuevo poemario esa mirada desnuda, inocente, no puede impedir que broten las impresiones ante la naturaleza observada, los efectos del comportamiento de la realidad y cómo la palabra puede aprehender el subtexto, la corriente oculta que se manifiesta en todos los aspectos del ser. Corredor-Matheos entiende el poema como una visión detenida de lo fugaz, una cristalización del fluir o una aprehensión del destello que los objetos o el paisaje ofrecen al sujeto. Su expresión despojada y autosuficiente, y su tonalidad serena le inscriben en una tradición bien reconocible de poetas esenciales, intensos e indagadores del propio lenguaje dentro la literatura española, como Antonio Gamoneda o Antonio Colinas, de los que se siente próximo.