El primer plano, con su tufo de anticlericalismo y obscenidad, describe una realidad cotidiana: un ambiente estudiantil con falta de higiene, lleno de jerga sexual. En un segundo plano, el joven Rimbaud somete los clichés del movimiento romántico a una lectura erótica que los mancilla con significaciones escatológicas y obscenas. Una tercera lectura tendría una clave histórica, en función de ciertas alusiones a miembros de la familia imperial.