Paralelamente, los numerosos viajes de Gonzalo Celorio a Cuba desde 1974 nos permiten revivir las sucesivas etapas del siglo xx cubano. Vislumbramos así el día a día de la isla caribeña y sus vaivenes políticos y sociales, gracias a su amor por la ciudad de La Habana y a su admiración hacia escritores cubanos como Lezama Lima, Carpentier o Dulce María Loynaz o hacia los de la actual generación de novelistas.
Rosita, Virginia y Ana María, las tres lindas cubanas , título además de un danzón, una exiliada en Miami, otra en la ciudad de México y otra en La Habana, dan pie al autor para sopesar las distintas, a veces contrapuestas, y siempre complejas actitudes hacia Cuba. Tres lindas cubanas , donde se mezclan dos géneros: la memoria novelada y la crónica de viajes, nos adentra en un terreno narrativo nuevo, donde la historia se funde con la novela.