Un médico francés consigue, en una universidad alemana, recuperar la fórmula de dos de los famosos venenos empleados por los Borgia. Tras su extraña muerte, las fórmulas de los venenos y varios frascos que los contienen desaparecen de su laboratorio. Ese es el punto de arranque de La hija de Jezabel, una novela de trama trepidante poblada de personajes inolvidables, como Madame Fontaine, quien, al igual que la Jezabel bíblica, está dispuesta a todo con tal de conseguir sus propósitos; Jack Straw, nombre de uno de los líderes de las revueltas campesinas de 1380, es el apodo por el que es conocido un loco cuya lucidez a veces resulta sorprendente; la dinámica viuda Wagner, cuyo carácter tenaz la lleva a abanderar a contracorriente la incorporación de la mujer a la empresa en pleno siglo XIX; el sensible e ingenuo señor Engelman, enamoradizo y romántico; la delicada Minna; el severo señor Keller. Y todo ello en un marco de crímenes sin resolver, crímenes que no siempre lo parecen y en los que los muertos no siempre lo están.