Antes de que el grito de guerra de Sex Drugs Rock and Roll se hiciera cuerpo en Jim Morrison, Janis Joplin o Mick Jagger, existió el jazz. Existieron los tugurios, las estrellas en alza, los seguidores, los canallas, las habitaciones de hotel, el tiempo medido con la clepsidra de las drogas y los solos inolvidable sobre un escenario.
Edgar Pool es el mejor saxofonista de su generación.
Inventor del bebop, es un mito viviente y fuente de inspiración para toda una pléyade de músicos. Su vida es el jazz que vierte en los clubes nocturnos de Nueva York, donde noche tras noche hace hablar la voz quejumbrosa y redentora de su saxo tenor.
Tras ser superado en un duelo improvisador por un músico más joven, The Horn sale a dar tumbos por las calles de Nueva York por última vez, mientras amigos y amantes se aventuran en su busca al tiempo que van deshilvanando para el lector toda una vida y leyenda de talento y excesos, sacando a flote toda la verdad del que, al menos en la novela, se presenta como mito viviente del jazz, tras el cual el lector no tardará en hallar un sospechoso parecido con Charly Parker o John Coltraine.