Argumento de Muchachos, Maten a Borges
(Prólogo del autor): No voy a mentirles: no me esperaba hace unos meses estar escribiendo este prólogo. No sé decir si me siento emocionado o indiferente por los cuentos que se disponen ustedes a leer. Cuando los escribía, en cuanto tenía un rato libre, por alguna extraña razón me martillaba en la cabeza un diálogo que oí en la película Butley, de Harold Pinter. En el filme, realizado en 1974, bastantes años antes de que el dramaturgo obtuviera el Premio Nobel de Literatura, Alan Bates interpreta el papel de Ben Butley, un profesor universitario homosexual que no soporta la docencia ni se acepta a sí mismo, y que atraviesa una profunda crisis cuando su amante lo deja por un editor de best-sellers llamado Reg Nuttall. Ben y Reg tienen un breve encuentro (es lo único que recuerdo de la película) en el despacho del primero en la universidad:
Ben: ¿Qué estás publicando en este momento?
Reg: Sólo una de esas novelas históricas en las que el héroe hunde su espada en villanos diversos, y su polla en damas diversas. No tendrá críticas, pero ganaremos dinero.
Ben: Si lo hicieran al revés, tendríais las dos cosas.
No es este el caso. Muchachos, maten a Borges es un libro, a priori, escrito sin una idea preconcebida, sin pretensiones literarias, con amor a la verdad: «Lo que está bien escrito es verdad, y lo que está mal contado es mentira: no hay más regla que esa» (Carmen Martín Gaite dixit). He obedecido su consejo, como también el de Roberto Bolaño faltaría más, que dijo que toda escritura es «una epifanía y una invitación a la guillotina». Pero antes de que me corten la cabeza por tomar el nombre de Borges en vano y no sólo el del autor de El Aleph, sino también el de Vladimir Nabokov, Virginia Woolf, Sylvia Plath, Bertolt Brecht, Truman Capote, Geroges Perec, Michel Foucault: gracias a todos ellos, mi neurosis tiene cierto estilo, diré, por si sirve de algo, que dos de los relatos recogidos en este libro, El cazador de mariposas y Nueva Babilonia, quedaron finalistas del II Premio de Relatos Cosecha Eñe 2007 y el I Premio Cryptshow Festival de Relatos 2008, respectivamente.
Como siempre, se lo dedico a Miguel Díaz, que me repite todo el tiempo: «¡Eres genial, eres genial, eres genial!». Los autores necesitamos tanta atención como los recién nacidos. También deseo expresar mi gratitud a Víctor González Ruiz, Noelia Sidi, Beatriz Sidi, Holger Mauritz, Matteo Bertocci y, muy especialmente, a Emilio Ruiz Mateo, redactor jefe de la revista Eñe. Sin duda acertar con los editores apropiados es cosa de tiempo. Yo he tenido suerte: todo lo que tuve que hacer fue conocer de forma casual a Daniel Ortiz Peñate y Talía Luis Casado. Nada podía haber estado más lejos de mis previsiones que hacer este «trayecto» con ellos.
No estoy convencido de que este libro les vaya a hacer mucha gracia, porque para estas cosas son muy susceptibles, pero quiero, por último, dar las gracias a mis padres, que me enseñaron que ningún remordimiento nos devuelve las cosas que dejamos de hacer. He tenido presente también las palabras de Mark Twain: «Nunca dejé que la escuela interfiriera con mi educación». La educación (no en lo que tiene de conducta, sino en lo que tiene de ilustración) no forma parte del propósito de este libro. Por eso me he tomado alguna que otra licencia, tantas como he podido.0