Las obras de este Teatro del compromiso responden a dos concepciones de la escritura escénica y un único estilo. Dos concepciones, porque si Los silencios de la historia se adentra en el complejo campo del juego de perspectivas, Derecho a morir parte de un concepto dramatúrgico más lineal. La primera plantea una difícil gramática escénica, muy cercana a fórmulas innovadoras; la segunda, se enmarca dentro de lo que se podría calificar como teatro de desarrollo tradicional. La primera anda pendiente de estreno; la segunda vio los escenarios con merecido aplauso. Ambas van unidas por un mismo cordón umbilical: el estilo depurado, elegante y al tiempo rebelde de dos textos hermanados por el deseo de reprobar. Reprobar situaciones dignas de crítica, merecedoras de la mirada acusadora del teatro, como siempre lo ha sido desde Esquilo a Arthur Miller, desde Aristófanes a Brecht, y aún después.