Para recuperar la memoria, un hombre centenario, encerrado en un psiquiátrico, escribe y dibuja sobre los muros de su celda los recuerdos que va recuperando. Esto lo lanza a una aventura por las grandes ilusiones y desilusiones de su siglo, y a descubrir las múltiples vidas que lo habitan. Tiene que inventar a sus ancestros y dejar que destile una verdad más profunda. Tiene que inventarse a sí mismo a partir de unos cuantos jirones de recuerdos o delirios.
Su misterio se va desentrañando con sobresaltos, silencios y desbordamientos: aparentemente es un mexicano emigrado a Estados Unidos, enamorado frustrado de la mujer que sería seducida utilitariamente por el asesino de Trotsky. Emigrado de nuevo a la Unión Soviética, se vuelve obrero en la planta armadora que Henry Ford le vendió a Stalin para crear una utópica Detroit soviética. Finalmente será el calígrafo y constructor de este peculiar laberinto. En el centenario de la Revolución Soviética, su testimonio es una cámara de ecos tan entusiastas como adoloridos. Su catatonia y su despertar son los del siglo. Y no han terminado.
«Es una obra maestra. Uno de los libros más importantes que se han escrito en castellano en los últimos tiempos.»
Alberto Manguel