Dice el autor: «En la Argentina, país de cuenteros en todo sentido,
resulta un enigma la segregación tácita del cuento de la jerarquía mayor
de la literatura».
El cuento, después de Borges, parece tener dos caminos: ser imposible o
menor, sin paradas intermedias, un estatus contra el que este volumen
protesta, inteligente y apasionadamente, relato a relato. El Barone de
los medios de comunicación queda momentáneamente de lado para que
aparezca otro, acaso el primero, el de los medios de escritura
múltiples, el relator de fervores y ocasos, de romances y desengaños, de
lealtades y traiciones. Esta selección de los cuentos del autor, que une
varias épocas con un estilo que rápidamente se convierte en marca
registrada, atiza con fuerza eso que el propio Barone ensaya en el
comienzo-advertencia de «Solo ficciones»: «Parece imposible determinar
el día en que decae y agoniza el cuento, porque como todavía está vivo y
algunos escritores ninguneados o proscriptos se niegan a velarlo y menos
a enterrarlo, suele reaparecer cada tanto como ciertos e inusuales
fenómenos de la naturaleza».