Charlotte Chandler adopta en estas páginas un punto de vista personal después de haber compartido largas horas no sólo con Alfred Hitchcock, sino también con su familia, su esposa, Alma Reville, su hija Pat, y muchos de sus colaboradores y amigos. Una perspectiva familiar, tierna y cariñosa, en la que se nota a distancia que Chandler ha disfrutado como nadie realizando este trabajo.