A pesar de la primacía del cine norteamericano en el campo jurídico, el autor defiende con un lenguaje ameno, ágil y accesible, las cualidades cinematográficas de nuestro proceso judicial y reivindica obras olvidadas y estigmatizadas en algunos casos, para ofrecer, en otros, renovados ámbitos de reflexión sobre películas conocidas por cualquier aficionado al cine o jurista curioso.