El final de la vida de Sócrates visto desde un costado humano, el del
hombre y su entorno.
Cierta vez, Querefonte le cuenta a Sócrates que, al preguntarle al
Oráculo de Delfos quién era el hombre más sabio de toda la Hélade, la
diosa había señalado al filósofo. El maestro piensa por qué los dioses
proclamarían como sabio a un hombre lleno de dudas. Tal vez, se dice,
sólo haya "que impugnar al oráculo, salir a las calles e ir en procura
de aquellos que son tenidos por sabios y dialogar con ellos, husmear en
sus almas". Para intentar convencer a los dioses de su error, decide
entonces salir a las calles y hablar con todo el mundo.
Finalmente el Gran Tribunal lo acusa por haber sido maestro del odiado
Critias, devenido Tirano. Ejerce allí su famosa defensa, pero es
declarado culpable y condenado a morir bebiendo veneno.
En los días previos a cumplirse la sentencia, los discípulos lo visitan
en prisión y le proponen facilitarle la huida, pero Sócrates se niega.
"En vida he obedecido las leyes porque creo que sin ellas ninguna ciudad
puede mantenerse organizada. Sería injusto querer ahora eludirlas o
desobedecerlas." Había comenzado el viaje.