Y si quisiéramos hablar con ellos, su respuesta sería el silencio. El silencio de una boca abierta en forma de puntera rota que esconde una lengua abarquillada y muda. El silencio que presagia la presencia de un cadáver. El silencio de quien perdura hundido en el barro o a golpes de puntapié. El silencio de una sonrisa de hielo, la misma que esboza el piano que muestra una dentadura perfecta e impoluta, que no es sino la mueca de una calavera