Argumento de Silenciario
Silencio, principio y final, océano eterno que rasgamos un día con el llanto. Acompañados del grito, espantados del mutismo, entramos en la vida con el escudo del estruendo en la garganta. Y somos, desde entonces, una porción de tiempo y ruido en medio del silencio, un islote de alboroto en medio del océano. Tan sólo brevedad.
Y a lo largo de ese tiempo nos llegan esquirlas de aquel silencio perdido, pequeñas porciones de eternidad, destellos de la nada a la que un día pertenecimos y que recuerdan también que otra eternidad silente nos aguarda.
Quizá por eso esté el silencio tan lleno de misterio, quizá por eso lo anhelemos cuando la vida nos aturde, quizá por eso queramos nadar en él cuando buscamos entendernos.
A veces nuestro interior está cerrado a su pureza y tememos su presencia dentro y fuera de nosotros. Y entonces para ahuyentarlo recurrimos al bullicio, también dentro y fuera de nosotros.
El silencio siempre habla con la elocuencia ambigua del oráculo, en él habitan los enigmas más antiguos, es la corriente que arrastra los secretos, el pozo del que brotan las palabras, los conceptos Hay quien huye del silencio y hay quien lo persigue y no lo encuentra. Hay quien tiene oídos para él y hay quien sólo los tiene para el ruido.1