La santa madre Iglesia en palabras del Concilio Vaticano II desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma , fuente y cumbre de la vida eclesial. En efecto: en la sagrada liturgia el sacerdocio de Jesucristo y la obra de nuestra redención se actualizan en cada tiempo y lugar mediante signos sensibles que, cada uno a su manera, realizan eficazmente aspectos diversos del culto público íntegro y de la santificación de los hombres.