Treinta años después, un Bergman ya octogenario vuelve sobre los personajes como si recuperara el hilo de una conversación interrumpida: Marianne y Johan se reencuentran en la elogiada película Saraband . Ahora se enfrentan no sólo al desgarro de la impostura o la incomunicación, sino también a la ausencia de seres queridos, a un fin que saben próximo. Con la aparición del hijo y la nieta de Johan, los personajes se encuentran de dos en dos, como en la zarabanda danza lenta y grave en la que las parejas se hacen y deshacen. Se abren y cierran heridas, afloran tensiones sin resolver, y asoman esperanzas, nostalgias.