Asediado por los recuerdos, Marius siente que ha llegado el momento de revelar los secretos de su milenaria existencia. Este ser solitario e inmortal evoca sus experiencias como senador romano, entre druidas y como protector de Akasha y Enkil, reyes de los vampiros. Se detiene en su amor por Pandora y en su tarea como mentor de Lestat. Rememora también la caída de Roma, su huida a Constantinopla, patria de la insaciable Eudoxia, y el regreso a la Italia renacentista.
A través de Marius, Anne Rice plasma una vida errante, rica en escenarios y seres apasionantes, pero compleja y limitada por su condición de eterna, al tiempo que describe la convulsa existencia de los vampiros a lo largo de la Historia.
«Se llamaba Thorne. En la antigua lengua rúnica, era un nombre más largo: Thornevald. Pero cuando se convirtió en bebedor de sangre, pasó a llamarse Thorne. Y en esos momentos, siglos más tarde, cuando yacía en su cueva de hielo, soñando, seguía llamándose Thorne.
»Al llegar a la tierra del hielo, había confiado en poder dormir eternamente. Pero de vez en cuando despertaba en él el ansia de beber sangre y, cuando le sucedía, utilizaba el don de elevarse sobre las nubes para ir en busca de los cazadores de las nieves.»