En su libro Poemas y canciones Bertold Brecht dejó escrito lo siguiente: ?¡Qué tiempos estos en que hablar sobre árboles es casi un crimen?. Así pues, habida cuenta de cómo ?está el patio? no me ?inspiran? en absoluto ni los árboles ni las flores ni los delicuescentes atardeceres que contemplo a veces desde mi terraza. Me inspira la vida, con sus miserias y sus contradicciones, con su búsqueda de respuestas a preguntas que casi llevamos marcadas a sangre y fuego en nuestros genes (las claves, siempre las claves), con el clamor ancestral de quienes se enfrentan a tanta injusticia, dolor y quebranto como en el mundo son. También me ?inspira? el amor, el dulce y ardiente amor, puesto que es el amor el más luminoso afán de supervivencia. A veces me pregunto qué intento transmitir a los lectores con mi escritura. Siempre he considerado que es el lector quien ha de desvelar las claves del libro. En el poema, en la pieza teatral breve, también en la loquinaria (pensamiento disperso de mis libros) se concita no una voz sino todas las voces juntas. En los libros, a través de la interpuesta del poeta, del escritor, hay que darle entrada a las otras voces, a las de los excluidos, a las de los marginados, a las de tantos que son materia del olvido, la explotación, el hambre y la pobreza. Quiero entonces que mi voz se concentre y lata al unísono con esa otra voz profunda que habita dentro de cada cual y que, si no ha sido cercenada por la mentira, la codicia o el resentimiento, nos señala el camino de la luz que no es otro que el de la justicia y la solidaridad, sin concesiones. Escribo, sobre todo, para desvelar las trampas de nuestra acomodaticia impotencia. Y es por ello que sufro.