Encuadernación: Rústica
Después de haberse llenado los bolsillos de bizcochos en el párrafo anterior, Robinson Crusoe comienza a nadar desnudo hasta el lugar en el que ocurrió el naufragio. Un lector atento detectó esta irregularidad, que resultaría menos alarmante si se tratara de otro libro, porque el autor comparte con pocos la condición de precursor o pionero de la novela realista.
La continuidad o el continuismo afecta a la realidad más que al arte. Cuando el autor terminó de escribir Robinson Crusoe, ignoraba por completo que era un artista. Acaso lo supiera ya cuando escribió este título, su última novela.
Escritor de convicción religiosa y luego política, el autor se abrió paso desnudo hasta los lugares donde la literatura naufragaba sin olvidarse jamás de llevar una buena provisión de bizcochos en los bolsillos del párrafo anterior.
Aunque los tres títulos asiduos del autor son Robinson Crusoe, Diario del año de la peste y Moll Flanders, los conocedores de sus libros no dudan en señalar este título, que cuenta con voluptuosa severidad la vida de una prostituta, como su obra cumbre. La moral del autor, instrumento de su voluntad y sus creencias, deja ya que despunte una implacable, venturosa compasión. No es producto del sentimentalismo rara vez lo es en un genio sino de una actitud transformadora y moderna.