La melancolía cubría el palacio del soberano y la puerta de entrada estaba cerrada. Llame a esa puerta con el báculo de mis viajes y un sirviente la abrió y dijo:
- Amigo, eres bienvenido; entra en el recinto del palacio del rey.
Atravesé la puerta y llegué al jardín, y más allá, hasta la sala de audiencias, donde se encontraban los sabios alrededor del trono sobre el que se sentaba el joven monarca deseoso de conocimiento.
Y allí fue donde, por la gracia de Dios, vi que la rosa mística del jardín del rey se abría ante mí; de acuerdo con mis fuerzas, recogí unos pétalos que cayeron de ella, y los guardé como un tesoro".
IBRAHIM DE KERBALA