Estamos asistiendo a un fenómeno nuevo e inédito en toda la historia de la Humanidad. Por primera vez se está produciendo una apostasía generalizada del cristianismo y un abandono inusitado de la fe de los padres, sobre todo en Europa. El olvido de Dios puede provocar, y de hecho provoca, la pérdida de confianza en el propio porvenir, tal como recordaba Benedicto XVI al conmemorar el 50 aniversario de los Tratados de Roma. Esta nueva situación, que no se ha dado en ninguna otra religión ni en ningún otro momento, requiere respuestas nuevas. En el momento en que el mundo se está apagando y entrando en la oscuridad es preciso encender con más potencia la luz del evangelio, con tanta mayor fuerza cuanto más densas sean las tinieblas. Requiem por Europa no aporta respuestas, sólo pretende escudriñar la génesis y las posibles causas de este hecho, así como sus predecibles consecuencias. La respuesta no puede venir del análisis humano ni de los planes pastorales, sino de Dios que lleva la historia y sabe suscitar nuevas soluciones a nuevos problemas. Los signos de estas respuestas son ya visibles en nuestro mundo. Se requiere, como señalaba Juan Pablo II, saber discernir dónde empiezan a manifestarse los impulsos del Espíritu. Las líneas fundamentales de la aportación de la Iglesia para la verdadera construcción de Europa han sido trazadas en la Exhortación Apostólica Postsinodal «EccIesía in Europa». De nuestra fidelidad a la acción del Espíritu depende, en gran parte, el futuro de Europa.