México es un país arrebatador y fascinante. Uno de los más excéntricos de este mundo. Un país donde los grandes festejos se parecen demasiado a las grandes revueltas, los dolores reales a los dolores imaginarios. Le sobran argumentos para ser un lugar donde toda ficción es todavía posible siempre en un terreno abonado para la alucinación y el ensueño. Y su literatura tiene mucho que ver con eso.