Algunas de ellas no se limitaron a eso: Urraca de León y Castilla fue una reina poderosa, que accedió al trono al morir su padre sin heredero varón, a pesar de haber tenido siete mujeres. María de Molina fue regente de esos reinos al morir su marido y tener un hijo menor de edad, y pasados unos años al morir este hijo y dejarle un nieto muy pequeño. Juana Enríquez defendió los intereses de su hijo Fernando el Católico, y por ello ejerció el poder como lugarteniente general de los reinos de la Corona de Aragón, cuando su esposo se ausentaba, y en Cataluña, de forma permanente.
No hace falta acudir a ejemplos extranjeros, como el tradicional de Leonor de Aquitania, para exponer el poder que en la Edad Media ejercieron las mujeres de la realeza, bien por ellas mismas, o bien como representantes o defensoras de algunos miembros de la familia. No solo fueron las esposas, sino otras mujeres del rey, madres, hermanas o concubinas, las que jugaron en ocasiones papeles importantes. Todas ellas se consideran en esta obra, que contempla no sólo el papel de las reinas, sino en cierto modo el de las mujeres de aquel tiempo, de las que en buena medida son espejo.
ACOGIDA DEL LIBRO
"María Jesús Fuente defiende que la Edad Media fue una etapa que presenta un interés especial, porque fue entonces cuando 'la reina era un espejo de la sociedad de su época, espejo en el que se miraban las mujeres de su tiempo, y espejo que reflejaba el mundo que la rodeaba'". Pilar Ortega, "El Mundo".
"Jugadora, supongo, de ajedrez, la autora ha movido con habilidad las reinas elegidas para ofrecernos una visión amable y bien documentada de nuestra historia medieval". Jose-Luis Martín, "La Aventura de la Historia".