A COMIENZOS DE 2013, JORGE MARIO BERGOGLIO preparaba su retiro a un
hogar para sacerdotes cuando la renuncia de Benedicto XVI lo llevó a
Roma e, inesperadamente lo sentó en el trono de Pedro. Convertido en
Francisco, su desconcertante popularidad y estilo austero han desatado
una lucha de facciones entre purpurados que se resisten a perder sus
privilegios. Por segunda vez, el destino le daba una chance de oro. Su
meteórico ascenso a obispo auxiliar de Buenos Aires, en 1992, ya lo
había salvado del ostracismo en la Compañía de Jesús provocado por una
conducción personalista y la sospecha sobre su complicidad en el
secuestro de dos sacerdotes durante la dictadura.
Marcelo Larraquy investigó en Italia los hechos de corrupción que
aceleraron la renuncia de Ratzinger y la feroz interna desatada dentro
de la Santa Sede. Y en la Argentina, el pasado político del hombre más
influyente de la cristiandad y los alcances de su pastoral. ¿Hasta dónde
llega la misericordia de quien imp