El 9 de septiembre de 1888 el pueblo rapanui firmó con las autoridades chilenas un tratado de buena voluntad, entendido por el primero como de amistad y de cooperación, y por las segundas como un vínculo republicano que invisibilizaba el nexo colonial. En 1895, el Estado arrendó la isla a un empresario porteño (Enrique Merlet), quien posteriormente se asoció con la empresa angloescocesa Williamson Balfour, creándose en 1903 la Compañía Explotadora de Isla de Pascua. Su instalación transformó a la isla en una estancia ganadera, despojando a los rapanui de sus tierras (los redujo a los confines de Hanga Roa) y los obligó a convertirse en sus trabajadores. De este modo, el Estado de Chile cubrió su colonialismo bajo el ropaje de una empresa moderna que explotó sin contemplación la tierra (llegó a tener 60 mil ovejas y varios miles de vacunos en solo 16 mil hectáreas) y a su población. Este proceso fue denunciado a la prensa y al parlamento por voces provenientes de la propia isla ?como la del esposo de la viuda del rey Riroroko y de los deportados en 1902? y muestra a una sociedad civil chilena sensible a la explotación, pero al mismo tiempo incapaz de reconocer su colonialismo.